jueves, 28 de junio de 2018

Capítulo 5 XI


 Cudillero, Espana, 26 Junio 2009



La carretera empezó a bajar entre frondosos bosques. Sabía por experiencia, que no valía la pena buscar aparcamiento o si quiera pensar en ello. Aunque significaba sobrepasar mi destino, el mejor y único sitio para aparcar era en el puerto. cambié a la cuarta velocidad para reducir el ruido de la transmisión, que luchaba con Emerson, Lake & Palmer - Fanfare For The Common Man y dejé a los frenos controlar últimos metros de bajada.

En el Puerto encontré espacio sin tener que buscar demasiado. Al fin y al cabo, era un día de semana y aunque hacía un calor húmedo, el cielo estaba encapotado y hacía viento. Por esa razón cogí mi impermeable de la parte trasera. No creía que fuese a llover, pero desde que no vivía en la costa norte, había perdido mi aclimatación al viento e incluso en verano me hacía sentir incómodo.

Después de cerrar el coche me encaminé hacia la rampa por la estrecha acera. Antes de salir del expuesto aparcamiento puede ver el Corsa negro de Jesús. Siguiendo un impulso alteré ligeramente mi camino para pasar por delante del vehículo  y pasar la mano frente a la rejilla delantera. Aunque el ventilador estaba apagado, el calor era evidente.

A la vista de que que Jesús acababa de llegar y necesitaba llegar a su puesto de observación, decidí darle un poco de tiempo y dirigirme hacia el puerto y subir al rompeolas.
Cudillero


Después de perder un poco el tiempo, me dirigí decididamente hacia la rampa por la que había bajado y subí por la estrecha escalera hasta un grupo de casas, en el bajo de una de las cuales se leía: Escuela de buceo las Xanas, con brillantes colores pintados a mano, gruesos barrotes en las ventanas pintados de negro. Un todo terreno pintado de caqui  con un remolque estaba aparcado en frente, con las ruedas hacia dentro y calzado.

Empujé la puerta y entré en la pequeña recepción. Al fondo, una de las puertas estaba entreabierta. En la hoja de la puerta se podía ver el antiguo logo de la UEBEC, un ancla con una corona arriba y unas aletas de buzo debajo.

Golpeé ligeramente la puerta con los nudillos. La puerta se abrió un poco más y Héctor levantó la cabeza de unas cartas náuticas. Puesto que podía ver todas las habitaciones desde fuera y desde la entrada, sabía que Héctor estaba solo.

Héctor me miró y tranquilamente me preguntó -- y tú que pollas haces aquí? --

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