jueves, 8 de marzo de 2018

Capítulo 5 III

El primero de la lista era Olegario Zamburrián, conocido por Oleg. Oleg no era muy alto, pero era muy sólido y parecía venir del lejano norte. pelo muy claro y piel lechosa. Había entrado en  la Guardia Civil en 2001 y en 2004 había pasado 4 meses en Mostar, con la misión internacional, que investigaba crímenes de guerra, reuniendo pruebas. Estaba destinado en Madrid, a una Unidad Central Operativa.

Nos conocíamos desde niños. Jugábamos al fútbol a menudo y teníamos un par de amigos comunes. El vivía al otro lado de las vías que cortaban la parte sur de la ciudad donde vivíamos. A diferencia de otros del grupo, nuestra amistad prosperó en la adolescencia, alimentada por similares gustos en música, el cine y la cerveza.

Como es natural, diferentes caminos y diferentes elecciones disgregaron el grupo al mismo tiempo que el período de adolescencia nos iba convirtiendo de no tan inocentes niños a descerebrados adolescentes y, a lo largo de todo ese tiempo, nuestra amistad creció y fortaleció. Seguimos en contacto cuando entró en la Guardia Civil. A pesar de estar bastante lejos, cuando venía a casa de sus padres solíamos vernos. Por aquel tiempo yo ya estaba en la universidad y teníamos estilos de vida bastante diferentes, pero de vez en cuando, encontrábamos tiempo para charlar y echarnos unas cervezas.

Oleg se había comprado un piso cerca del planetario, en Madrid, que compartía con su bicicleta. El ciclismo era su pasión. Desde niños, cuando jugábamos a las chapas y circulábamos por polvorientas carreteras secundarias, simulando subir los puertos del Tour o haciendo no tan simulados sprints escapando de perros, gitanos o Yonkis.

El plan era quedar con el en un bar irlandés cerca de su casa y soltarle el asunto y después presentarle a Jesús, sencillo y para toda la familia. Después iríamos a su casa y entraríamos en materia.


 Madrid, España, 11 Junio 2009

En la calle de San Martín, muy cerca de la estación de metro de planetario, había un bar Irlandés en le que solíamos ver el Rugby. A mi no me entusiasmaba demasiado ver los deportes en televisión, pero a Oleg sí, y le gustaba el Rugby desde adolescente, junto a su pasión por el ciclismo y el fútbol, Lo conocía a través de un vecino suyo que jugaba, allá cuando teníamos 16 o 17 años.

Oleg estaba esperándome en la puerta del metro con una camiseta de Steve McQueen y una bolsa en la mano izquierda, que extendió hacia mí junto a la derecha. Mientras estrechábamos las manos me dijo 
 
-Unas pelis que te he grabado-
-Gracias tío, ¿cómo vas?-
-Como siempre, curro, vida y ocio, todo correcto-


Empezamos a caminar hacia el bar.
-Hubiera pasado a buscarte, pero resulta que tengo el coche en el taller-
-No hubiera sido más rápido- dije con un guiño. 

Una vez en el bar, nos sentamos de tal manera que pudiesemos ver el partido pero en una zona bastante apartada del jaleo. Para ser justos, el jaleo no era muy grande y el partido se proyectaba en una pantalla. Nuestras Guiness llegaron blanco sobre negro junto a una gran fuente de patatas, cacahuetes y dos trozos generosos de tortilla. Por alguna extraña razón, Oleg tenía una habilidad casi sobrenatural para encontrar bares con tapas gloriosas.

En uno de los descansos, la conversación giró ligeramente hacia mi posible cambio de empleo. Oleg sabía que no estaba muy contento y que había hecho algunas entrevistas.
-Pues verás...-- comencé

Cuarenta minutos y otra Guiness después, Oleg empezó a hacer preguntas. No había dicho nada hasta entonces y no había prestado casi nada de atención al partido.
 
--¿Cuándo necesitas una respuesta?--

Me encogí de hombros --Pronto, pero no inmediatamente --
 
-- Dame una semana, vamos a ver a tu colega --

Asentí con la cabeza y me levanté.

Cuando salimos al anochecer interminable de Madrid en junio, el partido había terminado y Led Zeppelin estaba  empezando


In the days of my youth
I was told what it was to be a man
Now I've reached the age
I've tried to do all those things the best I can
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Chapter 1: Improbable encounters

Threading your way through a sea of people who does not really care much about being shoved, pushed and stepped on irritates me. On top o...