jueves, 26 de abril de 2018

Capítulo 5 VI

--¡OI! Diego-- Levantó la vista hacia mí, inquisitiva
 
-- Vaya, vaya, cuánto tiempo sin vernos-- Ahora la sorpresa era doble. Todavía no había procesado las palabras, pero el escuchar Español le sorprendió aún más. Levantó una mano con timidez. Pero para entonces ya me encontraba cerca de él y me reconoció
 
-- ¡Hostia! ¿Cómo tú por aquí?--. Me acerqué para estrecharle la mano, lo que llevó unos instantes, pues no se había dado cuenta de que tenía la llave del coche en la derecha, así que la retiró para cambiarla. A medio camino pensó en lo maleducado del gesto, así que se detuvo a medio camino y extendió la izquierda para cambiar la llave de manos con una especie de aplauso avergonzado.
 
-- Manteniéndote en forma, ¿eh? ¿Tienes tiempo?,¿Cómo ves si te invito a cenar?--  En ocasiones, mantener a tu interlocutor permanentemente sorprendido garantiza la iniciativa. 
-- Así te cuento un poquillo.--

Tras unos segundos de mirada perdida me miró con una sonrisa y dijo --Déjame ducharme, vente y te invito a birra en casa, luego vamos a algún sitio --
 
--¿Tienes tiempo?--

Ahora era mi turno de asentir y sonreír. -- Por supuesto.-- y me dirigí hacia la puerta del pasajero.

Me acomodé y me puse el cinturón. Es una sensación extraña en los coches ingleses. Uno está sentado en el asiento del conductor, pero no tiene volante. Siempre resulta frustrante pues mis manos parecen siempre nerviosas por ir a algún sitio

-- ¿Cuánto corres? --

Arrancó el motor antes de responderme, supongo que es cierto que los hombres no somos buenos en múltiples tareas simultáneas\emph{-- idealmente 45 minutos, a veces depende un poco de tiempo y la gana, pero lo importante es la rutina. --} Se giró hacia mí

-- ¿Qué haces aquí? --
-- Tengo que hablar contigo -- sus ojos se abrieron visiblemente -- Es importante y me va a llevar un rato, así que esa cerveza suena bien para que no se me seque la boca.-- golpeé el salpicadero con la punta de los dedos y señalé al frente
 
-- ¡Avanti! --

Casi hasta la rotonda donde había esperado que llegase Diego, nos mantuvimos en silencio, Él concentrado en el tráfico y yo repasando lo que le iba a contar y recabando toda la información posible, desde cómo conducía hasta la conexión de su teléfono con el coche.

Empecé contándole mi historia. No me interrumpió hasta casi el final. Estábamos cerca de su casa ya, apenas 500 m. Dí unos golpecitos en mi mochila.
 
-- Tengo aquí información que te resultará interesante, pero antes, esa cerveza. --

El problema con Diego no era convencerle, sino darle la información antes de que se hiciese una idea negativa. Era una persona de fuertes convicciones y mi mayor miedo era que si decidía que mi historia olía a mierda, no cambiaría de decisión de una manera fácil. Es más, insistiría en verlo todo de cerca, minuciosas explicaciones e interminables discusiones. Por eso era importante darle toda la información en el orden correcto y despejar sus dudas antes de que se las plantease.

Mientras Diego se daba una ducha inusualmente larga, comprobé que no estaba utilizando el teléfono o que había salido y encendí la televisión, mientras mantenía un ojo en Diego.

La vivienda era una casa de dos pisos, relativamente estrecha, con las escaleras en el centro, el salón al fondo y dos habitaciones a ambos lados. En el piso de arriba había una habitación, el baño y otra minúscula habitación, convertida en habitación de trabajo.

sábado, 14 de abril de 2018

Capítulo 5 V


Grimbsby, Reino Unido, 20 Junio 2009



Hacía casi tres años que no nos veíamos. Cuando terminó la carrera, Diego Ristón tardó exactamente tres semanas en hacer su primera entrevista y, menos de un mes después, había firmado el contrato con una conocida empresa de construcción e infraestructuras.

Después de pasó varios años en Sudamérica tirando hormigón, llevaba algo más de un año en Grimsby, Reino Unido. Su trabajo consistía en la supervisión y dirección del montaje de plantas eólicas, tanto en tierra como en el mar.

Tenía reservada una habitación con desayuno cerca del People's Park, cerca de la estación y no muy lejos del puerto. Mi plan era encontrarle y tenía cuatro días para ello y un quinto para hablar con él. Mi cobertura era como técnico para una empresa de mantenimiento y reparación de maquinaria, y con mi cobertura quiero decir que es lo que le había contado a todo aquel que quisiera escuchar. Iba a visitar una empresa local de conservas de pescado.

Junto la estación de tren compré un mapa de la ciudad y de la región. Me dirigí con mi mochila hacia el hotel. Llevaba un pequeño maletín con algunas herramientas y un grueso cuaderno, en el que había escrito desde que lo compré y había sometido a los dos a tan mal trato como me había sido posible, para darles un aspecto muy usado. Había tenido un éxito envidiable.

Después de los preliminares en el B&B conseguí direcciones para ir a un sitio donde comer algo y que, probablemente, me permitiría sobrevivir a la experiencia. En el camino de vuelta me agencié unas cuantas barritas, algo de chocolate y un par de litros de agua.

El trabajo preliminar ya estaba hecho, Jesús había pasado dos semanas en Grimsby. Gracias a él conocía los horarios y hábitos y sabía que al día siguiente iría a correr a un parque cercano a su casa. Normalmente hacia las 18:00. También sabía que en esta semana habría poco trabajo, porque no estaban recibiendo material, así que esperaba que la inminente lluvia no le echase para atrás.

Dediqué la mayor parte de la mañana a reconocer las zonas más importantes. Dónde vivía, la playa por donde corría, el aparcamiento donde nos encontraríamos, el camino entre los dos y después de comer, un sitio para la segunda entrevista, y las rutas de escape, en caso de que algo saliera... mal.

A las 17:45 llegué otra vez a la zona de la playa. Me senté en el muro de ladrillo que delimitaba un pequeño parque, junto a una rotonda. Una de las calles que salía de la rotonda llevaba directamente a la playa y a una pequeña zona de aparcamiento. A estas horas los últimos fans del minigolf cercano estaban casi listos para irse a casa.

El Vauxhall 2006 gris de leasing pasó despacito por la rotonda. Después de ver dónde el coche estaba aparcado, me quedaba un rato hasta que Diego volviese, así que me hice el turista, sacando fotografías del paseo y los edificios en la luz .

Conseguí ajustar mi tempo para acercarme a él justo a tiempo. Es más difícil de lo que parece pero la clave está en adelantarse un poco y después ajustar tu caminar a la baja. Generalmente la gente no está pendiente de la velocidad a la que camina alguien a 20 m. No presentan un peligro de colisión instantánea.

Chapter 1: Improbable encounters

Threading your way through a sea of people who does not really care much about being shoved, pushed and stepped on irritates me. On top o...