jueves, 31 de mayo de 2018

Capítulo 5 VIII

--¿Cuándo empezamos?--

 
Acordamos un calendario, se cogería vacaciones y comenzaríamos con entrenamiento. Después dejaría su trabajo y se incorporaría inmediatamente a su posición, donde empezaría a entrenar. Posteriormente pasaría a preparar, junto con el equipo inicial, los planes de entrenamiento, antes del período de internamiento.

Volví tarde al B\&B, y con algo de cerveza en el aliento. Afortunadamente la dueña me había dado una llave y había dejado unas pequeñas luces encendidas en las escaleras. Nada me apetecí más que meterme en la cama, pero tenía que prepararme por si las cosas salían mal.

Tenía una pequeña reserva de clorato potásico y azúcar para hacer bombas de humo. Con unas hojas de cartón apreté unos petardos bastante grandes y les coloqué unas mechas que tenía reservadas, empapadas en queroseno. Atranqué la puerta, después de mover una de las sillas del pasillo a una posición bastante incómoda. Me senté en el sofá, con una pequeña bolsa con dinero, mi pasaporte y algunos elementos de supervivencia. La preparación con anticipación en el terreno me había permitido hacer acopio, así como planear las rutas de escape.  Esperaba que Diego fuese un chico bueno, y todo apuntaba a ello, pero correr riesgos es estúpido.

En caso de que Diego hablase con la policía o que algo fuese mal. Jesús me había dado un punto de contacto. A partir de ahí había tres opciones. El ferry, dirigirse al sur y viajar a Francia desde algún puerto o robar una lancha en Grimsby y jugársela hasta los países bajos.

A las 5 de la mañana me levanté, había pegado algunas cabezadas, pero quería salir antes de lo previsto, y anticiparme a cualquiera que estuviese esperando fuera. Tenía un largo trayecto en tren por delante, para comprobar que nadie me seguía.

Tenía ganas de empezar a reclutar gente y formar un equipo, aunque sólo fuese por el hecho de tener más apoyo en este tipo de operaciones.

Cuando me senté en avión en Leeds, fingí estar tranquilo, pero cuando las ruedas dejaron la pista, caí en un profundo sueno. Cuando me desperté, El capitán estaba prometiendo buen tiempo en Alicante. A mi me importaba poco, pues me dirigí del aeropuerto a la estación de autobuses y desde allí caminé un rato hacia el centro. En un café poco frecuentado por turistas, típicamente español, me eché una tónica y le pedí el periódico a un tipo en la barra.

Esperé a que Jesús saliera de la cafetería antes de terminar mi tónica y caminar los 15 minutos hasta la estación de tren y coger el Alvia a Madrid.

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