Cuando me encontré otra vez solo, al otro lado de la puerta, las emociones se agolparon en mi mente de tal manera que por un momento temí que las rodillas no me sostuvieran. No suena demasiado macho, pero así fue.
Sin mucha dilación me dirigí escaleras abajo y me alejé del hotel. Con la cabeza llena de preguntas, dudas y, en general nerviosismo, me encontré vagando por las calles de Londres sin mucho rumbo. Me detuve en la esquina de la calle donde me encontraba para leer el nombre de la calle. En un cartel inmaculado, a cierta altura sobre el nivel de la calle, pude leer Chesham Street SW1. Aunque no me decía mucho, al menos sabía dónde estaba. del bolsillo trasero del pantalón saqué el mapa de Londres, doblado por la sección donde me iba a mover. Después de un poco de rebuscar, tracé una ruta de vuelta a mi hotel. Miré el reloj, que me indicó que eran las 16:02. Había estado dando vueltas un buen rato y pronto empezaría a anochecer. Un par de calles después me encontré con un "`Pret a Manger"' que me ayudó a hacerme con algo de cena. Para cuando crucé las puertas del hotel y el recepcionista me saludó con educación, fingido entusiasmo y obligatorio respeto, las farolas estaban encendidas y la ciudad estaba sumida en esa primera oscuridad, cuando las calles están oscurecidas por los edificios, con regulares parches de luz amarilla, mientras que el cielo aún está tenuemente iluminado, difuminado por la cubierta de nubes. Mientras le devolvía el saludo al recepcionista, me dirigí a las escaleras sin dilación. Súbitamente tenía hambre y fuera hacía frío. había subestimado la distancia entre el local de comida y el hotel, y temía que la comida estuviese fría.
Con un punterazo envié los zapatos detrás de la puerta, colgué mi abrigo y me senté en la silla, frente al minúsculo escritorio de mi habitación. A pesar de que la calefacción estaba funcionando a, por cómo sonaba, plena potencia, la moqueta no estaba especialmente caliente y las ventanas mostraban condensación. A pesar de todos los pesares, me tomé la sopa bien contento mientras mi mente regresaba a los eventos de la tarde. Por supuesto estaba claro desde el principio que mi vida iba a cambiar, pero a veces uno sentía vértigo. Al día siguiente tenía que dejar el hotel y coger un avión de vuelta, así que después de una ducha caliente excesivamente larga me fui a la cama.
mentiría si dijese que dormí a pierna suelta. Me pasé gran parte de la noche escuchando la calefacción y el ruido de los taxis y autobuses nocturnos fuera. Me levanté temprano y me dí otra ducha para despejarme. Después de un frugal desayuno y la parada en el bano, terminé de empaquetar mi bolsa y me dirigí a la estación de metro, que me llevaría a la de tren y así hasta el aeropuerto.
Sin mucha dilación me dirigí escaleras abajo y me alejé del hotel. Con la cabeza llena de preguntas, dudas y, en general nerviosismo, me encontré vagando por las calles de Londres sin mucho rumbo. Me detuve en la esquina de la calle donde me encontraba para leer el nombre de la calle. En un cartel inmaculado, a cierta altura sobre el nivel de la calle, pude leer Chesham Street SW1. Aunque no me decía mucho, al menos sabía dónde estaba. del bolsillo trasero del pantalón saqué el mapa de Londres, doblado por la sección donde me iba a mover. Después de un poco de rebuscar, tracé una ruta de vuelta a mi hotel. Miré el reloj, que me indicó que eran las 16:02. Había estado dando vueltas un buen rato y pronto empezaría a anochecer. Un par de calles después me encontré con un "`Pret a Manger"' que me ayudó a hacerme con algo de cena. Para cuando crucé las puertas del hotel y el recepcionista me saludó con educación, fingido entusiasmo y obligatorio respeto, las farolas estaban encendidas y la ciudad estaba sumida en esa primera oscuridad, cuando las calles están oscurecidas por los edificios, con regulares parches de luz amarilla, mientras que el cielo aún está tenuemente iluminado, difuminado por la cubierta de nubes. Mientras le devolvía el saludo al recepcionista, me dirigí a las escaleras sin dilación. Súbitamente tenía hambre y fuera hacía frío. había subestimado la distancia entre el local de comida y el hotel, y temía que la comida estuviese fría.
Con un punterazo envié los zapatos detrás de la puerta, colgué mi abrigo y me senté en la silla, frente al minúsculo escritorio de mi habitación. A pesar de que la calefacción estaba funcionando a, por cómo sonaba, plena potencia, la moqueta no estaba especialmente caliente y las ventanas mostraban condensación. A pesar de todos los pesares, me tomé la sopa bien contento mientras mi mente regresaba a los eventos de la tarde. Por supuesto estaba claro desde el principio que mi vida iba a cambiar, pero a veces uno sentía vértigo. Al día siguiente tenía que dejar el hotel y coger un avión de vuelta, así que después de una ducha caliente excesivamente larga me fui a la cama.
mentiría si dijese que dormí a pierna suelta. Me pasé gran parte de la noche escuchando la calefacción y el ruido de los taxis y autobuses nocturnos fuera. Me levanté temprano y me dí otra ducha para despejarme. Después de un frugal desayuno y la parada en el bano, terminé de empaquetar mi bolsa y me dirigí a la estación de metro, que me llevaría a la de tren y así hasta el aeropuerto.
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